EL ALA MAS LIBERAL DEL PARTIDO DEMOCRATA

Por Gustavo de Arístegui, diplomático, diputado por Zamora y portavoz de Asuntos Exteriores del Partido Popular en el Congreso (EL MUNDO, 27/08/09):


La muerte de Ted Kennedy nos obliga a reflexionar sobre la naturaleza de la política en EEUU y sobre la reciente historia de ese gran país. Los Estados Unidos de América son un país heterogéneo. Muy pocos lo conocen verdaderamente. De hecho, hay muchos Estados Unidos. La costa Este, Nueva Inglaterra y la Commonwealth -que no Estado- de Massachussets, es claramente una parte muy diferenciada del resto de EEUU. Es, como reza la matrícula de los coches de Massachussets, «el espíritu de América», donde los WASP (blancos, anglosajones y protestantes) construyeron su reino de poder. Sin embargo, es también donde la apertura y el liberalismo arraigaron antes y donde la tolerancia se hizo casi religión, extendiéndose al resto de la nación.
Las cosas se tienen que poner en su contexto. La elección de John F. Kennedy como presidente fue una revolución política en su momento. No hay que olvidar que Harvard, su Universidad, prohibía el ingreso a judíos y católicos; básicamente, a cualquiera que no fuese WASP.
Massachussets se ha convertido en un monopolio de poder demócrata con la fugaz excepción del gobernador republicano Mitt Romney. La Convención demócrata de agosto de 2004 se celebró en la hermosísima capital de la Commonwealth, Boston. Entre los lugares de vacaciones veraniegas más exclusivos de todo el país se encuentra en esa tierra el maravilloso Cape Cod (Cabo del bacalao), en cuya capital, Hyannis Port, murió el senador.
La saga de los Kennedy ha sido un verdadero fenómeno político. El mito toma fuerza cuando, en 1960, se produce una revolución sin precedentes en EEUU: un católico de origen irlandés se convierte en presidente. En 1962, Edward Kennedy es elegido senador por la Commonwealth de Massachussets. Se produce una coincidencia muy excepcional en política: el hermano mayor era presidente de los EEUU, su hermano menor, Bob, Attorney General (Fiscal General, ministro de Justicia y un poco ministro del Interior europeo como jefe del FBI) y el hermano cadete, senador.
La carrera política de Ted Kennedy estuvo a punto de irse al traste en 1969, cuando el automóvil que conducía se precipita al río en Chappaquiddick. Allí falleció su acompañante, Mary Jo Kopechne, por lo que fue condenado a seis meses de cárcel, condena que no llegó a cumplir. Ese incidente lastró sus posibilidades a la nominación demócrata a la Presidencia de los EEUU, que perdió frente al demócrata sureño Jimmy Carter en 1980, elecciones que finalmente ganaría Ronald Reagan. Ted nunca más optó a la nominación. Sin embargo, su compañero de circunscripción John Kerry lo fue en 2004. En la Convención del Partido demócrata de agosto de ese año el gran público descubrió a un brillante orador: Barack Obama. Era evidente que Obama, entonces candidato al Senado de EEUU, contaba con el apoyo de Kerry, pero no era tan claro el apoyo de Kennedy, que tardaría algunos años en concretarse.
Ted Kennedy era un referente político para el ala más liberal de su partido, una figura histórica, quizás menos espectacular que sus hermanos asesinados, pero alguien que, con sus errores, algunos muy graves, sirvió con convicción y tenacidad a su adorada Commonwealth de Massachusetts, al Senado de los Estados Unidos y a la verdadera igualdad entre estadounidenses. Los Kennedy, con todos sus lastres, son un símbolo indeleble en la política mundial.
En este momento de luto, sólo debemos quedarnos con el impagable servicio que esta familia de servidores públicos ha rendido a los Derechos y Libertades Fundamentales de toda la Tierra, empezando, como debe ser, por la propia casa. Esta contribución ha sido rara vez agradecida o elogiada.
Los tópicos y la ignorancia suelen presidir los análisis sobre Estados Unidos. Por ejemplo, muchos políticos de centroderecha europeos serían demócratas en los Estados Unidos, y muchos demócratas estadounidenses serían democristianos o liberales en Europa. Los Kennedy serían muy difíciles de catalogar en Europa, pero la progresía militante europea tratará, si puede, de apropiarse, una vez más, de lo que necesita y/o no entiende.
Ted Kennedy fue un servidor de la democracia y del pueblo americanos, y su compleja y desigual trayectoria, un fiel reflejo de las glorias y miserias de un noble oficio: la política.

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