ZURICH DESDE LA VISION DEL CONSUL



 

Hace cuatro meses que vivo en la ciudad de Zurich.[1] Es una ciudad muy ordenada con tranvías que van en todas direcciones; a veces por ello es una ciudad un poco ruidosa. En el verano la gente toma café o aperitivos en terrazas que siempre están mirando hacia adelante. A diferencia de los limeños; que, por lo general, toman el café mirándose a los ojos.

En Paradeplatz, que tiene una estación de tranvía, están todos los bancos importantes de Zurich; que son fundamentalmente dos: el UBS y el Credit Suisse. Hay chocolaterías por todos lados. La más importante es la que se llama Sprungli. Aunque hay otras. En Zurich y en general en toda Suiza hay dos grandes supermercados: el Migros y el Coop. Serían algo así como un oligopolio de supermercados. Pero los precios de los alimentos son asequibles.

Sin embargo, para nadie es un secreto que en Zurich los precios son muy altos en comparación con los de los otros países de la Unión Europea. Según dice el mismo portal Swissinfo.ch; Zurich es la ciudad más cara del mundo para irse de copas o en lenguaje del peruano común y corriente; es la ciudad más cara para salir a tomar cervezas.

La Estación Central de trenes de Zurich es un hervidero de gente a todas las horas del día. Está muy bien conectada y se puede viajar a cualquier ciudad de Europa muy rápidamente. Viajes de más de cuatro horas en tren no recomiendo. Ahora hay líneas aéreas de bajo costo que alivian las distancias.

Las personas en Zurich son amables pero distantes. Saludan sin sonreír, muchas veces. Van siempre muy ocupadas, como preocupadas. Zurich parece un Nueva York pequeña sin neoyorquinos; y sin la alegría latina de esa ciudad de Estados Unidos.

En el verano los zuriqueses se bañan en el lago sin muchos protocolos. Parece La Herradura de los años setenta. La gente se cambia de ropa, al lado del lago. Aprovechan el sol cuando aparece; porque no todos los días del verano son iguales. Algunos días hay sol y otros llueve, con un poco de frío. A diferencia de ciudades como Barcelona o Málaga en España, los zuriqueses y zuriquesas son muy pudorosos cuando toman el sol. Me parece que como es una ciudad pequeña viven muy preocupados del que dirán los otros.

Hace algunas semanas leí en un periódico que Zurich le había declarado la guerra a los autos. Efectivamente, es muy difícil manejar en esta ciudad. Las calles son muy estrechas y no son amigables con los autos. De otro lado, la ciudad podría ser el paraíso de los ciclistas en el verano.
El transporte público es bueno, limpio y puntual. Pero creo que una combinación de auto y transporte público es óptima para ser medianamente feliz en esta pequeña ciudad del centro de Europa.

Seguiremos con el relato.

 

 

 

 




[1] Con este texto inicio una serie de reflexiones personales sobre Zurich y Suiza; tal vez con el objetivo que con el paso del tiempo estas cuartillas se conviertan en un libro de relatos y viajes. Al Cónsul le pueden escribir a: gveraesquivel@gmail.com

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